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¿Orgullosos de nuestra Historia?

Volatilidad y arbitrariedad en la narrativa oficial del pasado

I think the world is purely a construction of ideas, and not just the physical structures, but the mental structures, the ideologies that we’ve erected, THAT is what would call the world. Our political structures, philosophical structures, ideological frameworks, economies. These are actually imaginary things, and yet that is the framework that we havebuilt our entire world upon. It strikes me that a strong enough wave of information could completely overturn and destroy all of that. A sudden realization that would change our entire perspective upon who we are and how we exist. History is a heat, it s the heat of accumulatedinformation and accumulated complexity.

Alan Moore

Publicado: 2015-04-30


Para Alejo, Chinn y Cristián

En el colegio se enseña a estar orgullosos de la historia patria. La narrativa oficial es impartida/instruida por maestros y textos escolares. Comienza con el engrandecimiento del Tawantinsuyo (derivando la emotividad en la identificación de una utopía pre moderna). Continúa el pasado virreinal donde resalta la ciudad de Lima en su modalidad cortesana marcada por la pompa y boato. Prosigue el periodo de la independencia donde militares y civiles lucharon por la libertad frente al oprobio español. Luego viene la Guerra del Pacífico en donde el país fue ‘bonísimo’ para ayudar a la ‘malagradecida’ Bolivia y víctima del expansionismo chileno. ¿Y en esta Historia dónde queda lo acontecido en el siglo XX?

Es necesario aproximarse al contenido enseñado antes de responder a la pregunta. Lo impartido en las escuelas constituye un sentido (o sentidos reducidos acorde a él) para apreciar/entender/comprender acontecimientos pasados que funcionan como referentes. ¿Qué pasa si se cambia de sentido? Por ejemplo: la grandeza incaica se justifica a partir de un ‘despotismo ‘monárquico’’ con opresión sobre los otros habitantes del territorio (la explotación o control del trabajo humano justifica las grandes dimensiones de algunos recintos incaicos). El virreinato, y la hegemonía de Lima, se sustentó a partir de la dominación sobre una colectividad de individuos (‘indios’ o ‘negros’) por una elite hispana (chapetones o criollos). La independencia no fue más que un periodo de reacomodo en los intereses de personas acaudaladas (y el surgimiento de una nueva elite militar) y expansión del imperialismo británico. El Perú ingresó en la guerra con Chile tras la malversación y apropiación privada de fondos públicos por los ingresos del guano (los ingresos sirvieron como soporte para la otorgación de ingentes préstamos). La Historia en su forma textual articula un sentido en su narrativa propio del historiador y su situación particular.

El siglo XX peruano fue escenario de tensiones entre diferentes fuerzas. Choques entre la(s) oligarquía(s) urbanas frente al latifundisimo ser rano obstaculizaron el desarrollo de un estado nacional (y cuando acordaron gobernar, lo hicieron para sus propios intereses: formación de fortunas y beneficios a partir de la explotación laboral). Sigue a esto el enfrentamiento entre Leguía y las huestes civilistas (la ‘Patria Nueva’ frente al viejo estado oligárquico). En la década del 30 las disputas entre los partidos de masas (socialismo, comunismo y aprismo) frente a la elite conservadora (liderada por Sánchez Cerro). Esto derivó en la masacre de Trujillo y la puesta en vigencia de una Ley de Emergencia que cancelara garantías constitucionales. Luego viene el enfrentamiento entre los agroexportadores (liderados por Pedro Beltrán) y fuerzas progresistas (lideradas por Bustamante y Rivero). Esto concluye con el golpe de estado de Odría. Se puede continuar de esta manera por el resto del siglo. La constante es la dispuesta entre las fuerzas oligárquicas conservadoras tradicionales y nuevos sectores progresistas que emergieron en situaciones puntuales. La eclosión popular y su empoderamiento fue un hecho imposible de ser soslayado.

También se produjo la exclusión de la colectividad ‘indígena’ de la nación. Todo bajo la articulación de un sistemático y multidimensional programa racista (muchas veces tácito). Se suceden rotundos fracasos por conseguir una autonomía nacional por asumir un desarrollo basado en las exportaciones. Gran parte de los ingresos del país no dependieron de la misma estructura productiva interna (y del mercado que se abastezca de ella) sino del mercado extranjero y los precios que pusiera para las mercancías. Además, las elites que se sucedieron en el siglo dejaron el papel de líderes nacionales para convertirse en intermediarios de las potencias extranjeras que invirtieron en el Perú. De esta manera, gobernaron según la presión que pusiera el gran capital para la obtención de materias primas. El país no fue nada lejano a una colonia o una hacienda en donde el propietario era la potencia extranjera de turno (EEUU) y los administradores la clase alta limeña. Siguiendo a Cotler, persistieron instituciones estamentales (moldeables acorde a la consolidación del capitalismo) y la disposición arbitraria de mano de obra. Los militares no fueron más que perros guardianes de los intereses de los acaudalados (con excepción de Juan Velasco).

En síntesis: el siglo XX constituyó un periodo de grandes cambios. Derivó en <presentes> nefastos donde existieron apreciaciones pesimistas de la sociedad peruana. Tiempos de crisis, lucha y tensiones entre individuos/colectividades. La real naturaleza humana de la confrontación por los propios intereses se manifestó. Si se asume que el contenido del discurso histórico oficial peruana fue articulado en este periodo, es justificado la sobredimensión que se hace del pasado. Desde algún presente (lo que fue un <hoy>) ver en retrospectiva hacia el pasado debió teñirlo de magnanimidad. De seguir nuevamente a Cotler y a su herencia colonial en la sociedad peruana, la reivindicación y la reminiscencia de su formación (de las estructuras estamentales heredadas) debió ser altamente positiva (cualquier <ayer> fue mejor que un <hoy>; #sehanrebenladolosindioswevona). Esto explica que el máximo desarrollo del Perú no se encuentre en la realización de un presente ni en la consolidación de un futuro sino en el pasado: el máximo desarrollo de lo que hoy es el Perú fue el Tawantinsuyo (la utopía maravillosa incaica, ‘Perú país de los Inkas’ del Mincetur).

Este contenido es enseñado en los colegios (con la inclusión de la oferta de los libros escolares). Muchos estudiantes, ya sean niños o adolescentes, han sido instruidos y disciplinados en una noción autocomplaciente de la Historia Peruana. [Evidentemente la historia también sirve como una re-afirmación de la legitimidad de la elite y clase gobernante]. La enseñanza de Historia en los colegios se vuelve una imposición de contenidos en lugar de ser un espacio de crítica y cuestionamiento. EL poder memorizar y la exactitud en las respuestas son cualidades que se le exige al alumno en su aproximación al pasado. Poniendo un ejemplo, si los estudiantes fuesen computadores

pegue en el disco duro de los asistentes a su clase (previamente a él también le pegaron ese archivo). Todo esto es el resultado de imponer un sentido sobre quien aprender y no tiene aún capacidad de réplica. El alumno es un espectador pasivo.

De esta manera el contenido histórico funciona como ideología. Aparte de la imposición de contenidos, hace creer al individuo que el pasado fue tan perfecto y asombroso como lo enseñado. El resultado es la repetición memorista del sentido histórico oficial articulado por lo violento del sistema de calificación (vale más quien obtenga la mayor nota). El asumir axiomáticamente la narrativa oficial como cierta (el asombroso pasado del magnánimo inca y la ‘tres veces coronada, ciudad de los reyes’) genera ciudadanos teledirigidos (fácilmente manipulables) por la elite en situaciones puntuales: utilización de términos quechuas o instituciones incas para programas sociales (Wawa Wasi, Tambo, etc.) o al servicio de réditos políticos exacerbando la enemistad con Chile (‘todo peruano odia a los chilenos’) cuando el gobierno clase/política caen en desprestigio por su deficiente accionar. La extensión de la ideología desplaza el cuestionamiento sobre el pasado al conformarse un canon dogmático que los militares radicalizan tal cual fe. La veneración cuasi religiosa nos resta de un futuro mejor que el del ayer.

La justificación de esto es la re-afirmación y constitución de la nacionalidad. La Historia es el soporte de la ‘comunidad imaginada’ cuando se observa a sí misma (legitimación de lo horizontal e imaginada de B. Anderson). Pero en la Historia del Perú la horizontalidad entre los individuos (p.e. igualdad ante la ley) es una quimera. Es entonces que se abre un espacio para el cuestionamiento de la Historia fuera del colegio. Este espacio trasciende/transgrede el disciplina-miento en LA forma oficial que plantea el estado peruano. La utilización de este espacio y su control debe ser asumido por la academia (reunión de historiadores, sociólogos, antropólogos y otros profesionales) para la divulgación y el compartir de sus trabajos. Este espacio se explicita en eventos académicos (como realiza la BNP a inicios de año sobre Historia del Arte), prensa escrita (como Antonio Zapata o Nelson Manrique) o en la televisión (en algún sentido Marco Aurelio Denegri). Pero sin el interés del resto de peruanos por escuchar los contenidos todo esfuerzo es inútil. La modorra, la exclusión de lo ‘denso’ y el <yolo> (representación del goce neoliberal) postergan cualquier esfuerzo para la realización de un cuestionamiento.

Como cierre. No basta sólo con saber la Historia. Es necesario tener (al menos) algún indicio de la Historia de los historiadores. Más importante todavía es que cada uno se aproxime de alguna manera a su propio pasado. La ‘H’istoria comienza con la ‘h’istoria. El pasado y su conocimiento influye en la consolidación del <yo>.


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